Durante
años, tuvimos que soportar a semejante adefesio en la calle principal
de Catarroja. ¡Años!. Debido a la falta de mantenimiento, fue degenerando,
oxidándose, reparado chapucera y atropelladamente
mediante resina de poliuretano. Algo baratito y rápido que permita
seguir manteniendo el servicio a coste más bajo posible, porque los vecinos no se merecían más y el dinero ahorrado se tenía que dedicar a otros menesteres políticos más prioritarios.
Hasta tuvo que presenciar la tala de árboles vecinos como presagio de la suya propia.
Hasta que el año pasado, por fin, se decidieron a eliminarlo de nuestra vista. Desde entonces, tenemos que seguir pasando todos los días por el mismo sitio soportando las cicatrices que dejó su amarga existencia entre nosotros.
Poco orgullo se puede observar en estas fotos.
Para
quitar de nuestra vista semejante atentado estético, por lo visto, no
hay ni cuatro losetas. En cambio, para eliminar arbolado, en el río revuelto de su
tala, sí que hubieron docenas y docenas de losetas. Ojos que no ven, corazón que no siente.
Seguro que a Ramón Díaz Moreno, le habrá hecho mucha gracia esta decisión. Un abrazo desde estas líneas y mi más sentido pésame.
¡Bueno!. Y si de adefesios hablamos, ¿qué diríamos de las lápidas de la plaza del Funeral del Catarroja? No la del Fumeral, no; la del FuNeral.
Otro tema aparte son los adefesios eléctricos en forma de maromas de cables, tanto de comunicaciones como eléctricos que tenemos que soportar por encima de nuestras cabezas en prácticamente todas las calles de Catarroja. Pero el caso es sangrante especialmente en las últimas calles peatonalizadas, que han constado cientos de miles de euros del presupuesto municipal y que no han modificado ni un ápice tan patente agravio estético.
Esto se engloba dentro de una actitud habitual y asumida por la ciudadanía en la que la desgana de no rematar nunca las obras, va dejando cicatrices por todo el pueblo.
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