Cobayas a la fuerza porque habéis pedido la ayuda de Sánchez

Encuentro de creyentes en el cambio climático antropológico, en el que, como suele ser habitual en las izquierdas, el dinero del contribuyente va por delante en cantidades ingentes

Recientemente, los municipios de la provincia de Valencia afectados por la última barrancada del pasado 29 de octubre, han firmado con el Gobierno los convenios que permitirán dotarlos de los recursos necesarios para actualizar sus agendas urbanas y adaptar sus planes urbanísticos para construir más y mejores viviendas.

La ministra de Vivienda y Agencia Urbana, Isabel Rodríguez, la suma sacerdotisa de los ecocreyentes en el cambio climático antropogénico, ha firmado este viernes con los alcaldes de estas localidades los convenios que permiten, según ha dicho, "ir vislumbrando el momento de la reconstrucción" tras las inundaciones. Por lo visto, lo realizado hasta ahora, no era reconstrucción o al menos, hasta que ha venido ella a bendecirlo con su presencia.

Con su mirada de las cien yardas, el alcalde de Utiel, Ricardo Gabaldón, ha asegurado que tras lo que han sufrido por la dana, la firma del convenio es "un espaldarazo" y supone "el inicio de la reconstrucción" para que las ciudades sean como antes del 29 de octubre.

Pero vamos a ver, ¿para qué queremos que sean como antes? Algo tendrán que cambiar, ¿no? A ver, Sr. Gabaldón, para volver a dejar las cosas como estaban antes, no hacía falta este paripé. Además, dejarlas como estaban sólo nos vuelve a poner en la casilla de salida, con todo reluciente y nuevecito dispuesto a ser arrollado OTRA VEZ en el siguiente 29-O.

A esta  mentalidad "conservadora", la progresista alcaldesa de Catarroja, Lorena Silvent, ha defendido que la reconstrucción "no puede limitarse a rehacer lo dañado, ha de ser una oportunidad para repensar las ciudades y hacerlas más seguras", lo cual contrasta con las iniciativas que deberían haber tomado ya en estos seis meses pasados y que no han hecho, obras que están promoviendo y realizando en este momento. La música la tiene clara, pero la letra le falla.

Antes del acto, la ministra Rodríguez, junto a la ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morant, y la directora general de SEPES, Leire Iglesias, ha visitado los terrenos donde se ubicará la nueva Ciudad de la Industrialización de la Construcción, un proyecto que no le llegará ni a la suela de los zapatos al plan de vivienda que hizo Franco y que, los escasos edificios que hagan serán al estilo feísta del desarrollismo de la extinta URSS.

En total, estas ayudas, que se enmarcan en el Plan de Respuesta Inmediata, Reconstrucción y Relanzamiento del Gobierno de España, el Ministerio de Vivienda y Agenda urbana ha dispuesto un total de 10.000.000 euros y cada uno de ellos recibirá la cantidad total de 126.583 euros. Sí, lo han leído bien, seis meses después, estamos todavía en el Plan de Respuesta Inmediata, sí inmediata.

Pero claro, el que paga manda y, como suele ser habitual en el gobierno central, no da caramelo que no esté envenenado. Os vamos a ayudar, pero a cambio de vuestra libertad. Os vais a convertir en nuestros esclavos porque a cambio de esta financiación, deberéis hacer la reconstrucción conforme a los estándares de la agenda urbana española, que no es más que una correa de transmisión de la agenda 2030, de las ciudades de 15 minutos y demás concepciones ideológicas ecosostenibles y feministas que vamos a estudiar con vosotros haciéndoos pasar por cobayas voluntarios... por la fuerza de nuestros fondos.

Gabaldón ha aceptado gustoso la sumisión asegurado que están "necesitados de la ayuda tanto del Gobierno, la Generalitat y de la Diputación como de cualquier organismo que pueda ayudar" y ha animado al resto de pueblos todavía libres, pero devastados por la barrancada, a unirse a la rendición apelando al lema "sólo juntos podremos salir de la situación" escamoteando que es para entrar en otra peor y que además, que "eso es lo que tenemos que trasladar a la ciudadanía".

Gabaldón, no sólo acepta la sumisión a las directrices de la agenda 2030, como converso reciente al credo globalista, sino que además, sobreactúa retozando en el barro que todavía nos queda en los pueblos afectados afirmando que "actos como el de hoy, con una agenda urbana que tenemos que implantar para perfeccionar en nuestras ciudades" en un intento pueril de alcanzar a los fondos europeos utilizando como coartada que lo que ha pasado no vuelva a pasar. Vean ustedes lo que están haciendo en Catarroja, uno de los pueblos más afectados por la barrancada y díganme qué se ha hecho en concreto para que nada de esto vuelva a suceder.

El problema más gordo de todo esto es que con el señuelo de los dineros de la reconstrucción, españoles y europeos, nos van a utilizar como cobayas voluntarios, por necesitados, y algunos por convencidos ideológicamente, para ensayar en España todos los experimentos sociológicos de la agenda 2030: ciudades de 15 minutos, economía circular, criterios de sostenibilidad imposibles de alcanzar, guerra al coche particular y socialización de todo lo que se pueda. No nos perdáis de vista porque los siguientes sois vosotros. Calentad que salís.

El alcalde de Utiel, el Sr. Ricardo Gabaldón, ha señalado que el objetivo final es "hacer unas ciudades que sean sostenibles pero además que políticamente y socialmente sean beneficiosas para toda la ciudadanía". Perplejo me pregunto: ¿Es que acaso las actuales y las que hemos vivido toda la vida han sido perniciosas política y socialmente? ¿Cuál es el significado oculto que hay detrás de "perniciosas política y socialmente"? ¿No hubo en el pasado ningún éxito? ¿Acaso el nuevo modelo no tendrá también su cara oculta y sus inconvenientes?

Con su mirada de las cien yardas, el alcalde de Utiel, Ricardo Gabaldón, ha asegurado que tras lo que han sufrido por la dana, la firma del convenio es "un espaldarazo" y supone "el inicio de la reconstrucción" para que las ciudades sean como antes del 29 de octubre.

Pero vamos a ver, ¿para qué queremos que sean como antes? Algo tendrán que cambiar, ¿no? A ver, Sr. Gabaldón, para volver a dejar las cosas como estaban antes, no hacía falta este paripé. Además, dejarlas como estaban sólo nos vuelve a poner en la casilla de salida, con todo reluciente y nuevecito dispuesto a ser arrollado OTRA VEZ en el siguiente 29-O.

A esta  mentalidad "conservadora", la progresista alcaldesa de Catarroja, Lorena Silvent, ha defendido que la reconstrucción "no puede limitarse a rehacer lo dañado, ha de ser una oportunidad para repensar las ciudades y hacerlas más seguras", lo cual contrasta con las iniciativas que deberían haber tomado ya en estos seis meses pasados y que no han hecho, obras que están promoviendo y realizando en este momento. La música la tiene clara, pero la letra le falla.

La alcaldesa de Catarroja también ha peloteado a la Sra. Ministra con un coste del peloteo de 126.000 euros añadiendo que "simboliza un compromiso real, serio (sic.) y sostenible de las instituciones con nuestros territorios y con nuestras poblaciones". Llamar a una ayuda "seria" por 126.000 euros no lo llamaría precisamente serio. Pero hay que agradecer sumisamente las migajas para que sigan llegando. Y para ello, la Lorenity se ha tenido que emplear a fondo sacando todo su arsenal en neolengua afirmando la necesidad de actualizar nuestros instrumentos de planificación urbana, de adaptarlos no solo a la normativa vigente sino también a la nueva realidad que nos impone el cambio climático".

De lo cual se deduce que las actuaciones urbanísticas realizadas en la última década por el gobierno nacionalista-socialista obrero catalano-español como la peatonalización compulsiva del centro del pueblo, la expulsión irresponsable de los vehículos del centro del pueblo, el trazado caótico de la circulación metiendo direcciones prohibidas de manera aleatoria como castigo a los conductores, la creación de aparcamientos trampa en mitad de una rambla que, en un alarde de pensamiento mágico, denominamos calle de Pelayo... 

  1. TODO esto, estaba desfasado y hay que actualizarlo.
  2. No cumplía la normativa vigente.
Y todo esto hay que inmolarlo en el altar del cambio climático antropogénico, del cual nuestra alcaldesa es también una ferviente creyente.

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