El aquaparking de Peayo disponía de 200 plazas antes de la barrancada. Estaba situado en mitad del paleocauce que separa a Albal de Catarroja y ahora lo quieren convertir, dada su inundabilidad, en un tanque de lluvia para Albal.
Después de la barrancada lo ampliaron a 350 plazas. Con eso no cubre escasamente la mitad de lo que cabía sólo en el aparcamiento del ayuntamiento, entre plazas privadas de los edificios circundantes y las plazas propiamente dichas que ofrece el ayuntamiento de Catarroja.
Cartel que anunciaba los nuevos estacionamientos disuasorios
El 20 de febrero se anunció a bombo y platillo tres zonas de aparcamiento alternativo en un espacio habilitado en Jaume I, en el que cabe lo que cabe; el de Pelayo, que ya estaba lleno antes de la barrancada y el solar de la Av. Murcia en el que no entran más de 50 coches, como mucho.
Por lo tanto, el único espacio "adicional" que se ha introducido post barrancada es lo que cabe en Jaume I y 150 plazas adicionales en Pelayo, porque todo lo anterior, ya estaba y ocupado. Sólo en Catarroja hubieron 12.400 coches siniestrados. Si el ayuntamiento quiere quitar los coches de las calles, lo que tendría que hacer es suministrar créditos a coste cero a devolver cuando lleguen las ayudas del estado o se paguen las indemnizaciones por los seguros.
A punto de cumplir un año desde la barrancada de octubre de 2024, no hay espacio todavía en los garajes para dejar los coches como antes y hay que seguir aparcando en las aceras y calles peatonales porque no se puede hacer otra cosa.
El ayuntamiento no prevé más soluciones, ni ayuda a volver a la normalidad, ni un cambio en la normativa urbanística, ni una recalificación de terrenos, ni espacios urbanos destinados a aparcamientos, ni nada de nada. Es lo que tiene el "Dolce far niente". Esperemos que no se ponga exigente con los que estamos obligados a aparcar en las aceras en contra de nuestra voluntad.

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