Robin Marthood disparando a las plazas de aparcamiento en la vía pública
Recientemente, como el ayuntamiento está aburrido, se dedica a matar moscas con el rabo.
Como no patean las calles para ver lo que realmente hace falta en el pueblo, desde su rama de árbol/despacho, Robin Marthood de Catarrojerwood, se dedica a saquear el dinero a los los malvados y ricos conductores, vía impuestos de circulación, para dárselo a los pobres y desvalidos ciclistas y peatones de Catarroja.
Ricos porque tienen dinero suficiente como para comprarse un coche, aunque sea de segunda mano. A saber de dónde habrán sacado tanto dinero para poder disponer de coche y encima, ¡privado!.
Robin asalta y saquea a todos los atrevidos e incautos conductores que osan empadronarse, no en los bosques de Sherwood, sino en las calles de Catarroja, y sus cada vez más escasas plazas de aparcamiento urbano. La Sheriff de Catarrottingham (Lorraine Whistlent) ha avanzado mucho en la sofisticación de las armas utilizadas. Para ello ya no emplea el arco y las flechas, sino la domiciliación del Impuesto sobre los Vehículos de Tracción Mecánica y otras medidas coercitivas mucho más limpias, inclusivas, ecosostenibles y feministas.
Robin es un marxista convencido que intenta hacer la revolución verde desde ese trozo del bosque en el que le han dejado actuar. Por eso la Sheriff de Catarrottingham le ha otorgado el cargo. Lorraine emplea la técnica marxista revolucionaria desde la concepción marxista de la historia y que se desarrolla en varias fases perfectamente conocidas como lucha de clases.
Robin, la mano izquierda de Lorraine, entiende que que existe una estructura económico-social subyacente que favorece a los instalados que intentan mantener sus privilegios a toda costa y son por ello "conservadores" del status quo.
Robin se ha dado cuenta de que ha aparecido una nueva clase social que representa, según él, el nuevo modo de producción. Ellos son el futuro, la vanguardia y representan la punta de lanza en la lucha por que la sociedad se transforme y mejore. Ellos son los "progresistas". Considera, por tanto, “reaccionaria” y “superada” la vieja estructura social y propone una nueva “revolucionaria”.
Esta teoría de la lucha de clases, ahora se aplica en Catarrottingham empleando como coartada una lucha impostada entre peatones (progresistas) y conductores (conservadores) en la cual, él toma partido por los más desvalidos y necesitados. Veamos las fases en las que se aplica esta revolución que pagas tú de tu bolsillo:
1.- Que la realidad sea que todos los conductores también actúen como peatones y ciclistas potenciales, no importa. Que exista coexistencia pacífica entre los que van en coche o moto y los que van a pie o en bicicleta, no importa. Lo que importa es que hay que conseguir la fragmentación y el enfrentamiento, porque si no existe esta premisa, la revolución no es posible. Entonces lo primero es fragmentar el hormiguero entre hormigas negras (conductores) y hormigas rojas (ciclistas, personas con movilidad reducida y peatones). (1)
2.- Una vez generada la separación artificial entre ambos "colectivos" (disculpen si en lo sucesivo se me escapa algún vocablo en neolengua marxista), hay que designar a uno de esos dos grupos como "oprimido", lo cual califica inmediatamente al otro grupo como "opresor". En este caso, los opresores son los malvados conductores de vehículos de tracción mecánica (2).
3.- Una vez delimitados claramente ambos bandos, calificados como buenos (peatones progresistas) y malos (conductores conservadores), lo siguiente es hacer de Robin Hood ad hoc: Ponerse de parte del bando oprimido. En este caso concreto de manual, proteger a los pobres ciclistas esporádicos oprimidos de los malvados conductores fascistas.
4.- Para ello, se hace lo que mejor saben hacer marxistas: prohibir e imponer. Se imponen calles peatonales y, aprovechando la peatonalización, se aprovecha para prohibir plazas públicas de aparcamiento en las calles, obligarles a ir despacio y retorcer la circulación por las calles para que sea disuasorio circular por ellas. De esta manera, la clase oprimida puede "empoderarse" y hacerse con el "dominio" de esas calles (batallas) dentro de la guerra generalizada e impostada, contra los conductores.
Otro de los puntos importantes es expulsar a los opresores conductores de los dominios de Catarrottingham. Para ello, se habilitan plazas de aparcamiento en AlbalShire y casi en MassanassaShire. Expulsados de su territorio, ahora los opresores se convierten en proscritos. Justo castigo que Robin Marthood aplica en su sillón de juez inapelable. ¿Inapelable? Veremos en las siguientes elecciones.
Esta práctica trae como consecuencia el abolir el derecho constitucional de los conductores a la presunción de inocencia. Se asume que los conductores son los malvados por el mero hecho de serlo. Es lo que tiene ser de clase. Los pérfidos conductores bloquean el carril bici, cosa que ocurre por la maldad que se les imputa; de la que no se pueden defender y que no será nunca perdonada hasta que la clase opresora sea abolida o destruida. Nunca ocuparán esporádicamente el carril bici porque dicho carril está mal situado o diseñado, o porque para ponerlo, han eliminado un carril que había anteriormente para la utilización conjunta de bicicletas y coches, o simplemente porque hace falta plazas de carga y descarga para dejar niños en el colegio. ¡No!. La culpa siempre es de los conductores, no de Robin, que se autopercibe como salvapatrias.
Y para ello, ahora se imponen separadores de piedra capaces de reventar la suspensión más robusta de aquel conductor que se desvíe un poco de la ruta impuesta por el ayuntamiento. Igual que hicieron en el polígono industrial. Prohibir e imponer.
5.- ¡Ah!. Se me olvidaba. Todo esto hay que rentabilizarlo políticamente para seguir monetizándolo vía sueldazo y poltrona de la que se vive. Para ello, no se duda de presumir en redes sociales y en medios de comunicación pagados con tus impuestos, de aquello de lo que se carece. Presumir de defender a lo oprimidos cuando en realidad, se les impone el gasto de una defensa no demandada. Es que ser de izquierdas es muy caro.
Así, se vende como un gran éxito la "creación" de nuevas plazas de aparcamiento mientras se escamotea que es a costa de reducir movilidad, eliminando la mitad de los carriles disponibles para el tráfico. Esta genial ocurrencia fruto de un nuevo éxtasis ecosostenible, lo único que va a conseguir es apelotonar aún más al tráfico que se acumule en la zona en los momentos de máxima demanda.
Un parche que viene a intentar mitigar la escasez de plazas de aparcamiento que se están eliminando en las calles peatonalizadas, en el centro del pueblo, forzando a aparcar los coches en zonas perimetrales, sin molestos vecinos, donde abandonar los coches a merced del primero que quiera aprovecharse de ellos sin testigos.
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Notas al pie de página
(1) Lo cierto es que muchos conductores que cogen el coche es porque son peatones con movilidad reducida y muchas personas con movilidad reducida, también emplean vehículos de tracción eléctrica unipersonales. Es decir, que los "bandos" son permeables entre sí y existe una cohabitación pacífica entre ambos.
(2) Desde la óptica neomarxista, los conductores son la clase opresora a extinguir y contra la que luchar porque cumple con la mayoría de las consignas revolucionarias:
- Los coches de combustión contaminan el medio ambiente y contribuyen al cambio climático; dogma de fe indiscutible contra el que no se puede permitir ni un retroceso.
- Muchos de sus conductores son machos de la especie humana y eso los hace sospechosos preventivos de machismo estructural, especialmente cuando el macho dominante se empodera (perdón por usar neolengua) con docenas de caballos de fuerza al volante.
- El coste de un coche es mucho mayor que el de una bicicleta, por lo que su dueño ha de disponer de una renta superior a la de aquel que tiene que conformarse con un lamentable patinete eléctrico o bicicleta. (3) Por lo tanto, identificamos a los ricos opresores capitalistas con los conductores y a la clase proletaria, oprimida y pobre con los ciclistas y patinadores.
Por lo tanto, siguiendo el neovangelio de la teoría crítica, Robin Marthood se ha propuesto revelar y desafiar las estructuras de poder que él ha descubierto, como fiscal, y a las que achaca, como juez, todos los problemas sociales que se ha inventado y para los cuales, él se propone como solución, en un juicio que nadie le ha solicitado. Gracias Marthood.
El paradigma, el chivo expiatorio, el icono que identifica plenamente a esta clase opresora, es el señor mayor, padre de familia numerosa que tiene que comprar un vehículo de más de cuatro o cinco plazas, que por lo tanto es un vehículo más pesado, más grande y encima, seguramente diésel. Si tiene un coche tan grande, es porque tiene mucha familia y eso es debido a que ha oprimido a una mujer durante años para que le cuide a sus hijos, por lo tanto, además, es un representante del heteropatriarcado más recalcitrante a abolir y a cuya mujer hay que liberar de su opresión. Vamos, lo peor de lo peor.
(3) Que muchos de los que usan el patinete para sus desplazamientos intraurbanos o incluso interurbanos, dispongan también de coche, eso no importa. Que mucha gente joven se mueva en patinetes pagados por sus padres que tienen coches, eso no importa. Que los que tenemos coche, también podamos ir los findes en bicicleta, eso no importa. Lo que importa es enfrentar a los ciclistas con los conductores, aunque muchos compartan gastos, casa o incluso sean las mismas personas que en un momento dado emplean un tipo de vehículo de desplazamiento u otro.




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