Esclavos de l'Horta Sud

En el antiguo imperio romano, existía una casta de personas cuya dignidad estaba por debajo de todos los demás. Eran los esclavos, humanos considerados cosas. En el devenir de los tiempos, se transmutaron en siervos de la gleba. Actualmente tenemos los siervos de l'Horta Sud.

Ciudadanos de primera

Hay ciudadanos de primera como los de Valencia capital que, protegidos por el nuevo cauce del Turia, una obra franquista colosal, han sido preservados de cualquier inundación. No tienen más que ver el mapa de las inundaciones y verán que hay una línea roja que corta a cuchillo la zona afectada de la zona VIP que pertenece a los ciudadanos de primera de la capital.

Cuando se pensó en el plan sur, DELIBERADAMENTE, se estableció ya esta distinción. Habiendo sido afectados tanto las poblaciones de l'Horta Sud de Valencia como la misma capital, este cauce mantuvo a l'Horta Sud en el mismo estado de inclemencia y desprotección que antes mientras que a los señoritos de la capital, se les protegió de nuevas inundaciones. Setenta años después, los hechos lo confirman.

Me alegro por los habitantes de Valencia. Sin esta obra, las consecuencias de esta inundación habrían sido nefastas y duraderas por muchos años dadas las consecuencias que han aparecido en las zonas devastadas.

Ciudadanos de segunda

Hay ciudadanos de segunda que son el resto de los ciudadanos valencianos que vienen siendo ninguneados sistemáticamente por todos los gobiernos nacionales, infradotándoles en TODOS los presupuestos del estado, acumulando una deuda histórica enorme con respecto a otras autonomías.

Somos todos de segunda en comparación con los ciudadanos de primera nacionalistas que, a pesar de ser una minoría, se les mima como a una élite que vive opíparamente a costa del resto de ciudadanos españoles que no lo somos. La culpa no es de ellos, sino de quienes se lo consienten y, en última instancia, la culpa no nos soluciona el trato que no nos merecemos.

Ciudadanos de tercera

Hay ciudadanos de tercera que son los que viven en el tercer mundo, a los cuales, nuestro amado líder supremo, el Dr. Sánchez, ha condescendido recientemente en regalarles 400 millones de euros de nuestro dinero a los países más pobres desde el G20, con gesto displicente, cual César Augusto. Dinero que podría haberse dedicado, hace años, a arreglar las infraestructuras hidráulicas necesarias para que estas inundaciones no hubieran ocurrido nunca. Pero no tenía el foco mediático mundial. Sólo somos un cuarto de millón de votantes. Somos prescindibles.

Siervos de la Gleba Sud

Y luego estamos los semovientes de l'Horta Sud, que ni siquiera llegamos ni a alcanzar la categoría de ciudadanos del imperio, porque nuestra dignidad humana está por detrás de la dignidad de las cañas de los barrancos. Una dignidad que se manifiesta en la defensa de las cañas de los barrancos de Horteta, de Gilés o del Poio por encima de las vidas humanas de los esclavos muertos de l'Horta Sud.

Y para ello, un entramado de escusas y coartadas se entrecruzan al más puro estilo del Castillo de Frank Kafka, en el que exigencias regeneracionistas; superposición de funciones; la deliberada infradotación presupuestaria y las prioridades de la agenda 2030; van sisando resiliencia a nuestros pueblos de l'Horta Sud, en pos de una quimera imposible cuyas consecuencias acabamos de sufrir amargamente. Un golpe de realidad que nos lo merecemos.

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