Manos de barro

Detalle de manos humanas grabadas sobre la roca de las cuevas de Altamira

Desde el inicio de los tiempos, el hombre siempre ha intentado dejar su huella por donde ha pasado. Tal es su ansia de eternidad y trascendencia. Reflejo de la de su autor.

Cuando no se encuentran ni las palabras, ni la combinación adecuada de ellas para poder expresar los sentimientos, las emociones, el estupor, el estado de ánimo sobrepasado por lo salvaje de la situación vivida... sólo el grito desgarrador puede expresar en toda su fuerza la rebeldía primitiva, el dolor por la injusticia vivida, el desgarro vital sentido.

Es el grito rebelde de Abel que reclama justicia desde el barro que nos sepultó cainitamente el 29-O. Y ese grito ha de resonar en el tiempo mientras la injusticia no haya sido satisfecha.

Pero, ¿cómo mantener en el tiempo un grito visceral, cuando este se agota en lo que tarda en salir el aire del pulmón?. A duras pena genera un consuelo efímero, que se pierde en el tiempo. como lágrimas en el barro.

Dicen que una imagen vale más que mil palabras. De ahí que los gestos digan más que las palabras. De ahí que las improntas en la pared de manos humanas, reales, sean la plasmación visual de manos llenas dolor, de manos que deseaban quitarse de encima la suciedad y el barro, de manos que estaban limpias y deseaban volver a serlo, de manos que querían dejar constancia para la posteridad del horror vivido, de manos que al estirarse, siempre de arriba a abajo, plasmaran visualmente el desgarro de un corazón humano; una oración que iba del cielo a la Tierra. 

Por encima de los recuerdos, la presencia real y reciente que se impone.

 

Grito tribal de la manada humana que no quiso permanecer al margen, ajena al sufrimiento del resto de la tribu

 

Alas angélicas, cargadas de esperanza, ahora humanizadas

 

La desesperación, el caos, el desconcierto... Sacadnos de aquí

 

Estuvimos aquí

 

Grito largo y agónico de quien no puede desprenderse de una situación agobiante

 

 

 

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