Se denomina "carne de cañón" a la persona o grupo de personas, normalmente pertenecientes a una muy baja posición social, a las que se expone, sin miramientos, a sufrir cualquier clase de daño, incluso la muerte. En su origen hace referencia a los soldados o tropa de primera fila en el frente de batalla, expuesta a peligro de muerte por culpa de los disparos de los cañones.
El 29-O todos fuimos expuestos en primera fila a peligros inconmensurables de un frente de batalla, no por culpa de los cañones, sino de la barrancada que dejó Catarroja convertida en una devastación más propia de zonas de guerra que de poblaciones del primer mundo. Fuimos CARNE DE INUNDACIÓN.
Agua
En la Biblia, el agua es un símbolo ambivalente que significa tanto la vida, como la muerte. El agua también se emplea para purificar, renovar y lavar. Y esto es lo que nos está pasando actualmente en Catarroja. Nos hemos desprendido de muchas cosas que no necesitábamos y estamos emprendiendo un proceso de renovación acelerado.
El agua significa
- Vida cuando el agua está domesticada y se emplea para regar el campo a través de acequias o la naturaleza la ofrece mediante una lluvia amable. Sin agua, no hay vida. En el Génesis, el agua es de donde procede toda la vida. Sin el agua, no existiría ni l'Horta Sud, ni Catarroja.
Destrucción y muerte como en el diluvio donde el agua sepulta el viejo mundo y lo mata al tiempo que borra su pecado para comenzar un nuevo mundo con Noé y su familia. O como en el paso del mar rojo con la separación de las aguas que condenaban a la muerte a un pueblo de Israel que no podía cruzarlo, espoleado por el enemigo egipcio.
- Limpieza y purificación, cuando se emplea en rituales como en el bautismo, en el que el agua simboliza la inmersión del catecúmeno en las aguas de la muerte y resurrección a la vida espiritual al extraer al niño de la inmersión. El agua también se emplea para purificar, renovar y lavar. Y esto es lo que nos está pasando actualmente en Catarroja. Nos hemos desprendido de muchas cosas que no necesitábamos y estamos emprendiendo un proceso de renovación acelerado que se ve en los comercios, en los portales, en las casas...
Éxodo
En el capítulo 12 del libro del Éxodo, antes de enviar la décima y última plaga contra el pueblo de Egipto,
Moisés llamó a todos los ancianos de Israel y les dijo: 'Escogeos una res por familia e inmolad la pascua. Tomad un manojo de hisopo, mojadlo en la sangre del recipiente y untad el dintel y las dos jambas con la sangre del recipiente; y ninguno de vosotros saldrá por la puerta de su casa hasta la mañana. Yahvé pasará para herir a los egipcios, pero al ver la sangre en el dintel y en las dos jambas, Yahvé pasará de largo por aquella puerta y no permitirá al Exterminador entrar en vuestras casas para herir. Ex 12, 21-23
No tuvimos un Moisés que nos avisara para ponernos a salvo. Aquella fatídica noche del 29-O, un ángel caído, en forma de serpiente, pero esta vez de AGUA, comenzó a introducir la punta de su fina cola, al principio suavemente, en forma de hilillo insidioso. Poco a poco, el hilillo fue engrosando hasta alcanzar un cuerpo descomunal que destrozaba y abatía las puertas de nuestras casas y portales. Un cuerpo imparable, cuya fuerza zarandeaba a los iconos de nuestra civilización que se llevaba en volandas en forma de coches, furgonetas, camiones, vehículos de todas clases, contenedores, basuras, árboles, semáforos, farolas... todo amontonado en un macabro juego infantil de proporciones épicas.
La serpiente antigua (Ap 12, 9) que nos visitó aquella noche era un ser vivo que se retorcía como una culebra. Una culebra que parecía que tuviera múltiples cabezas y que se metiera cada cabeza en cada casa. Me recordó a Medusa, de la mitología griega.
Más que una culebra era una Hidra de Lerna. En la mitología griega esta Hidra era una monstruosa serpiente de agua, enorme y despiadada, de múltiples cabezas y poseía un aliento venenoso letal. Pregúntense por qué mantuvieron este mito los antiguos helenos y tal vez coincidan conmigo en las desgracias que compartimos; esta tan cercana y vívida, aquellas, tan olvidadas.
Cuando la Hidra de Lerna, fue soltada sobre toda l'Horta Sud de València, todas y cada una de sus cabezas se metieron en nuestras casas; en los portales; en los comercios; en los bares y restaurantes; en los sótanos, engullendo todo lo que encontraba a su paso con una violencia imposible de afrontar y que era imposible dejar de mirar por el estupor que producía la atracción del abismo.
Y entraba en las casas, en los portales, sin pedir permiso, sin llamar antes a la puerta; imponiéndose con el ímpetu de quien se cree señor de todo, sin ser dueño de nada. Y se introducía en los recovecos más recónditos de nuestras casas, en un acto de violación de nuestra intimidad absolutamente impune y desgarrador.
Ante nuestra incapacidad de ejercer nuestra más mínima oposición, se hizo con nuestros muebles; con nuestros electrodomésticos; con nuestras camas; el menaje... sacando cuanto quiso a su libre capricho, sin preguntar antes, sin pedir permiso, ante nuestros ojos; sin contar con nuestra opinión, con total sinvergonzonería, delante de nuestra impotencia desnuda.
Y sólo pudimos mirar... atónitos... cómo pasaba todo esto en pocos segundos, sin poder hacer nada.. y luego mantenido durante horas. Algunos intentaron arrancarle parte del botín a la serpiente y lo consiguieron. Migajas de una vida que ya nunca más volvería a ser la misma. Otra vez obligados a vivir una "nueva normalidad"... a la fuerza.
Otros ni lo intentaron. Otros pagaron con el precio de sus vidas por hacerlo. El ángel exterminador exigía su botín completo.
Yo y mis circunstancias
Decía Ortega y Gasset que "yo soy yo y mis circunstancias".
Esa serpiente no sólo se hizo con nuestras cosas y destruyó las que no pudo llevarse. Vació nuestras casas de enseres que habían pertenecido a nuestros antepasados. Nos dejó sin el sofá en el que mi madre nos amamantó a todos los hermanos. La mecedora en la que solía hacer la siesta la abuela. Nos dejó sin los títulos que había conseguido mi padre. Nos dejó sin esa máquina de coser antigua, que no valía ya más que su peso en hierro, pero que había pertenecido durante toda la vida a nuestra familia, a la familia de mi madre, a la de mi abuela. Un objeto que había sido fabricado casi en el siglo XIX y que ahora ya no se sabía ni dónde estaba. Memoria arrebatada para siempre. Desgarro emocional de difícil curación.
Acabó con los negativos y las fotos familiares, los portarretratos, el ajuar de boda mi madre, bordados por su propias manos; los juguetes de mis hijos que estaban en el trastero, en el sótano, esperando a recuperar de nuevo la vida algún día en manos de mis nietos. No sólo acabó con mis recuerdos, sino también con los de mis hijos, con los que yo algún día les pasaría a ellos. Se rompió la cadena. La hidra acabó con tanta belleza, tanto amor acumulado y esperando volver a darse, tantos recuerdos. Así actúan las bestias mitológicas.
Arrancando parte de nuestras circunstancias, arrancaron parte de nuestro yo.
Pero, al igual que pasó con las aguas de la muerte, cuando más desamparados estábamos, hostigados por las hordas egipcias de saqueos, sin alimentos, un Moisés, en este caso denominado Pueblo, se abrió paso entre las aguas de la muerte de este Mar Rojo, rojo, en nuestro caso, por el barro, y pasó "a pie enjuto" dejando la muerte a derecha e izquierda. Un rio voluntario de vida humana que atravesó toda l'Horta Sud trayendo esperanza, ayuda y ánimo.
Parafraseando al replicante que agoniza frente a Harrison Ford, al final de la primera película de Blade Runner, hoy en Catarroja podríamos decir que:
"Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Naves desmanteladas más allá de los polígonos industriales y comerciales. Vi a voluntarios brillar en la oscuridad de los sótanos como ángeles celestiales. He visto muerte y destrucción, abandono y socorro, cañas y barro. Espero que todos esos momentos no se pierdan en el tiempo, como lágrimas en el barro. Hora de vivir."
Si quieres recordar el diálogo final del replicante, por escrito, puedes acceder a él AQUÍ.
Excelente relato, fuimos carne de inundación y abandono.
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